«A veces nos
vienen ráfagas de ideas que no pertenecen a nuestra lengua, y ello no debe
parecerte extraño. O palabras, que a veces el mundo parece hecho de palabras
iguales entre sí aunque distinto sea el modo de entenderlas en su sustancia.
Por ejemplo, la palabra antrophos. Esta palabra en la que pienso, y que a cada uno de nosotros nos
parece la misma, para cada uno quiere decir una cosa. Una palabra que ni
siquiera Linneo, Querida mía, habría sido capaz, con toda su paciencia, de
clasificar en sus infinitos valores. En mi caso, un hombre sólo, un caso de una
trivialidad casi ridícula, dado que periódicos y censos, municipios y
autoridades hoy lo llaman single. Pero en mi caso la singularidad coincidía
realmente con la vieja soledad. La más absoluta soledad, como la del paisaje
que me rodeaba, hecho de zarzas y de retama y cipreses en las colinas. Y por
eso llamé a la puertecita y giré el picaporte. Por lo general, en casos como éstos,
debería abrir una señora de cierta edad, preferiblemente inglesa, con el pelo
gris y acaso vestida con un sari, porque ha vivido en la India, una persona que
ha meditado largo tiempo sobre las filosofías del Oriente y que sabe cómo
manejarse con las vidas futuras.»
sábado, 23 de mayo de 2015
Antonio Tabucchi: «A veces nos vienen ráfagas…»
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